El renting tecnológico: una espada de doble filo para pymes
El renting tecnológico se ha convertido en una alternativa popular entre pequeñas y medianas empresas que buscan acceso a tecnología de vanguardia sin realizar una gran inversión inicial. Sin embargo, detrás de esta solución aparentemente conveniente, se esconden aspectos que pueden convertirlo en un desafío financiero si no se gestionan con cautela.
EL RENTING, en ocasiones tildado de “engañabobos”, adquiere esa percepción debido a los costes ocultos que suelen pasar desapercibidos. A primera vista, un contrato de renting puede parecer atractivo, pero es común que incluya cargos adicionales por mantenimiento, penalizaciones por rescisión anticipada o ajustes al final del contrato si el equipo no se devuelve en perfectas condiciones. Estas sorpresas inesperadas pueden golpear duramente a las pymes y autónomos que no investigan a fondo las condiciones.
Otro aspecto crucial es la obsolescencia y las condiciones de renovación. Al concluir un contrato, muchas veces las pymes se ven obligadas a renovar con términos menos favorables o a seguir pagando por tecnología depreciada. A diferencia de la compra, que permite amortizar el equipo y extender su vida útil, el renting puede implicar pagos continuos sin la posibilidad de quedarse con el activo al final.
La duración fija de los contratos también representa una limitación. Cuando una empresa necesita cambiar su equipo antes de que expire el contrato, las penalizaciones por terminación anticipada pueden ser considerables, limitando la capacidad de adaptarse rápidamente a los cambios tecnológicos o del mercado.
El hecho de que el renting no implique la adquisición de la propiedad es otro punto de fricción. Al final del contrato, la pyme o autónomo no se queda con el activo y, en consecuencia, no puede revenderlo o donarlo, como sería posible con la compra. Además, las condiciones de devolución suelen ser estrictas, exigiendo que el equipo se entregue en condiciones casi perfectas, lo cual puede conllevar cargos adicionales por desgaste normal.
La dependencia del proveedor es otro factor que no debe subestimarse. Si el proveedor elegido no es de confianza o no ofrece un buen servicio, la productividad de la empresa puede verse afectada. A esto se suma el hecho de que el valor residual, que podría ser un beneficio en la venta, queda en manos de la empresa de renting, lo que significa una pérdida de oportunidad para la empresa arrendataria.
Sin embargo, también es justo reconocer que el renting presenta beneficios importantes. La gestión y reciclaje de equipos, por ejemplo, contribuyen a una estrategia más sostenible y al cumplimiento de normativas medioambientales. Esto es especialmente relevante para las medianas empresas, que suelen contar con departamentos especializados en sostenibilidad y mayor capacidad de negociación para obtener condiciones favorables.
En el ámbito fiscal, las medianas empresas disfrutan de ventajas que a menudo quedan fuera del alcance de las más pequeñas. Las deducciones por inversiones en I+D+i permiten a estas empresas reducir el Impuesto sobre Sociedades, impulsando la innovación. Además, programas de financiación y subvenciones diseñados con criterios de elegibilidad específicos suelen beneficiar a las medianas empresas debido a su mayor escala operativa. La libertad de amortización, que reduce la base imponible al permitir amortizar activos de forma acelerada, es otro beneficio que estas empresas pueden aprovechar, mientras que las más pequeñas se enfrentan a barreras por su falta de recursos.
Cuestión de prioridades
En definitiva, el renting tecnológico puede resultar mucho más caro que la compra en un cómputo global. Las cuotas de renting incluyen no solo el valor del equipo, sino también el margen de beneficio del proveedor y los intereses financieros asociados. A esto se suman los costes de mantenimiento y seguros, que, aunque incluidos en el contrato, pueden ser más altos que los gestionados de manera independiente. Las penalizaciones por rescisión anticipada y los costes asociados a la obsolescencia tecnológica también contribuyen a encarecer el servicio.
A pesar de todo, el renting puede ser una opción aceptable en circunstancias donde la liquidez y la flexibilidad presupuestaria son prioritarias. Para una pyme con recursos limitados, el renting puede facilitar el acceso a tecnología actual sin la carga de una gran inversión inicial. Las ventajas operativas y la capacidad de planificación fiscal también pueden ser un alivio en estos casos, aunque las medianas empresas siguen estando en una posición más favorable para maximizar estos beneficios.
El renting tecnológico, por lo tanto, es una espada de doble filo: una solución viable bajo ciertas condiciones, pero que requiere un análisis exhaustivo y comparativo para evitar que se convierta en un problema financiero a largo plazo.
Por Susana Gilabert,
consultora de Marketing & Comunicación Estratégica
«El renting puede parecer atractivo, pero es común que incluya cargos adicionales, penalizaciones o ajustes al final del contrato que acarreen sorpresas inesperadas si no se investigan a fondo las condiciones» (Susana Gilabert, consultora independiente)