Ortega y Gasset, Aristóteles y Asimov llegan a la empresa
TPB311, abr21. El empleo de las tecnologías digitales favorece cambios trepidantes en cualquier ámbito de la vida. A veces olvidamos que sus desafíos tienen que ver con nuestras decisiones, ya que, como humanos, somos nosotros quienes las configuramos y las usamos de una manera más o menos responsable. La ética digital nos hace más conscientes de su orientación y propósito.
HACE UNAS semanas Google reaccionó al informe que expertos en salud mental del Boston Medical Center publicaban sobre el efecto de los filtros de belleza en los adolescentes. Según esta investigación, funcionalidades como los ‘filtros de mejora’ o términos como ‘adelgazamiento’ o ‘retoque’ inducen a que las personas se sientan a disgusto consigo mismas. El hábito de retocar imperfecciones en el rostro de sus selfies ha llevado a que muchos desarrollen trastornos de autoestima y al surgimiento de la llamada ‘dismorfia de Snapchat’. En este contexto, Google ha actuado éticamente (ha asumido como propia la responsabilidad) y ha decidido contribuir al bienestar común con la desactivación del retoque facial en los nuevos teléfonos inteligentes e incluir etiquetas e iconos más neutrales.
- 1. El empuje de la tecnología
¿Cómo hemos podido llegar a esto? La explotación de grandes cantidades de datos, el uso de algoritmos e inteligencia artificial, avances en biotecnología, iniciativas basadas en Internet de las Cosas o procesamiento de lenguaje natural, el Blockchain o los coches autónomos, han alertado a las mentes más visionarias sobre la necesidad de preguntarnos cuáles son nuestras prioridades.
La cuestión de la ética digital es ahora más importante que nunca, pues las estrategias superficiales pueden afectar gravemente a las personas y contaminar la reputación y la cuenta de resultados de las empresas. Todos estamos sujetos a las dinámicas de los mercados, pero estas se encuentran cada vez más afectadas por variables como la inclusión, la transparencia, la privacidad, la diversidad, la equidad, la libertad, la seguridad y la confianza. ¿Cómo las integramos en el día a día?
Dada la rapidez y la globalización de las prácticas tecnológicas, en ocasiones nos encontramos con un marco regulatorio más lento o diferente en función de las geografías. Como respuesta, necesitamos salvaguardas adicionales para garantizar no sólo lo legal, sino lo ético.
- 2. Ética digital en el diseño de las organizaciones
La palabra ética puede desconcertar y se puede llegar a sentir como una moda pasajera o, algo complejo, subjetivo, difuso o propio en exclusiva del mundo de las ideas y, por tanto, impracticable. Sin embargo, el marco ético digital, apoyándose en la legislación, buenas prácticas y recomendaciones de expertos, valores sociales compartidos, herramientas específicas y códigos de conducta profesionales, contribuye a orientar el rumbo, anticipar consecuencias y dar un sentido más humano a las soluciones tecnológicas.
Es ahí donde, a partir de unos principios básicos en el diseño de la estrategia, se puede aplicar de forma transversal en la cultura corporativa y en la puesta en marcha de nuevos productos y servicios. Como defendía el poeta John Done, los hombres no somos islas, sino más bien una parte de un continente o de un todo. La creación de nuevos productos y servicios supone una oportunidad de empatizar, pensar en aquello que nos hace humanos, cómo nos interrelacionamos con todo tipo de sistemas (culturales, sociales, medioambientales, económicos y políticos), cómo conciliar intereses, perspectivas y prevenir negligencias.
Muchas veces, detrás de lo que sucede no hay una mente malévola o malintencionada, sino falta de previsión y dejadez en el seguimiento de las consecuencias. Mediante la aplicación de la ética en los procesos de diseño, conceptualización, desarrollo e implantación de nuevos productos y servicios, las compañías pueden identificar riesgos y mitigarlos al mismo tiempo que manifiestan su compromiso de encontrar la solución más justa y sostenible.
Con un marco ético digital sólido también se favorece la innovación, ya que, en ocasiones, las experiencias distópicas fomentan la aversión al riesgo y se deja de invertir en proyectos por no debatir sobre sus implicaciones.
- 3. La unión hace la fuerza
Esto es lo que hacemos en Sopra Steria por medio de la aplicación de frameworks éticos de desarrollo, por ejemplo, para el diseño de estrategias data driven. Romper el hielo cuesta, pero cuando se acuerda un marco ético digital interno con las visiones de múltiples áreas, se sientan las bases para hacerlo extensible a todo tipo de proyectos digitales. A través de la co-creación y la investigación, la fijación de criterios de observación y análisis y la garantía de su aplicación a lo largo del ciclo de vida de productos y servicios, se puede orientar el rumbo y navegar.
Seguro que recuerdas la fábula del colibrí. La selva ardía y los animales huían despavoridos mientras que el colibrí cogía agua con el pico para calmar las llamas. Las jirafas, los leones y todos los animales le gritaban: “¿Estás loco? ¡No vas a conseguir nada!” Pero él no desistía y les contestaba: “Es posible, pero yo al menos hago mi parte”.
Aristóteles, con su ética orientada a la virtud que tiene como fin último la felicidad del ser humano, Asimov y la divulgación de las leyes de la robótica, Ortega y Gasset y la aplicación de la moral conforme a las circunstancias… Lejos de frivolizar o adoptar una pose marketiniana, la ética digital hace su parte en el ámbito empresarial. Sirve de contrapeso al igual que la educación puede fomentar el pensamiento crítico y la legislación, fijar límites y recomendaciones relacionadas con las tecnologías digitales.
Cada vez más empresas se involucran en abrazar un marco ético digital porque saben que, a medio y largo plazo, su existencia va a depender de su fórmula para amalgamar la confianza de las personas en la tecnología y que ésta se utilice para el bien común.
María José Tellez,
UX Manager & Service Designer en Sopra Steria
«Cada vez más empresas se involucran en abrazar un marco ético digital porque saben que, a medio y largo plazo, su existencia va a depender de la confianza de las personas en la tecnología y que ésta se utilice para el bien común»