Los viejos rockeros nunca mueren [3/5]

EN LA parte “brick&mortar”, un terminal punto de venta (TPV, o solo PDV) es el dispositivo que permite gestionar tareas relacionadas con la venta, tales como el cobro por tarjeta de crédito o débito, la impresión del ticket de venta, gestionar el inventario o generar informes. También se le refiere -al hardware- como un sistema informático (POS, y también EPOS) o electrónico micro computarizado (ECR) que gestiona el proceso de venta en el establecimiento comercial mediante -el software- una interfaz accesible capaz de hacer muchas más cosas: creación e impresión del recibo, ticket o factura de venta, incluidos detalles de las referencias y precios, actualización de los cambios de existencias en stock y petición automática de las reposiciones, gestión de las autorizaciones con el banco para el pago con tarjetas, elaboración de estadísticas referenciadas al puesto o trabajador concreto, etc.

En la parte online, en las páginas web dedicadas al comercio electrónico, también hay una aplicación que hace estas funciones y recibe el nombre de “TPV virtual”. Cuenta aparte con uno o varios sistemas de pago, que son las pasarelas que se comunican directamente con las entidades financieras que liberan el dinero de la cuenta del cliente y la ingresan en la del vendedor. Otra aplicación importante es la que pone en contacto el almacén donde está el artículo con la cadena logística de transporte que se lo va a llevar al domicilio del comprador.

Volviendo al equipo físico, decir que cada vez esta parte está más comoditizada ya que está integrada básicamente por los mismos componentes de los mismos fabricantes suministradores (aquí se puede incluir incluso al sistema operativo), variando el diseño final o la calidad de los mismos y su precio. En este sentido, lo que marca la verdadera diferencia es el componente lógico, esto es, el software implementado para la gestión: su interfaz gráfica, su capacidad de integrarse con el ERP, la posibilidad de aplicar conectores inteligentes, etc.

Este software puede haberse desarrollado a medida, específico para una única empresa con sus requerimientos particulares, o pertenecer a una serie comercial de venta genérica. En este segundo caso, también se puede distinguir entre los que atienden a una actividad concreta, con lo que cuentan con las especificidades del negocio predefinidas (tienda de ropa, ferretería, farmacia, peluquería, librería…) y los que solo ofrecen una visión contable muy general (por lo que resultan más económicos). Dentro de los que atienden un tipo de negocio concreto, todavía los hay más verticalizados, que desarrollan toda la casuística con la que se enfrenta a diario dicho comercio, y añadiendo otras opciones de configuración. Suelen ir integrados ya en la propia memoria del terminal (si no tiene disco duro), o se conectan desde la nube.

A grandes rasgos, hay dos tipos de configuraciones, el equipo compacto y el equipo modular. Cada uno cuenta con sus características peculiares y ofrecen distintas ventajas que pueden convenir más o menos según el uso que se vaya a dar. Los compactos están pensados específicamente para trabajar únicamente como punto de venta, y a veces la CPU puede integrar en la misma carcasa los periféricos necesarios como impresoras de recibos, pantalla, conexiones y puertos. A menudo son equipos ruguerizados diseñados para entornos industriales o a la intemperie, de uso intensivo y bajo condiciones más agresivas. Suelen tener más fiabilidad, menor consumo y un mantenimiento más bajo, aunque son poco prácticos fuera de su lugar de trabajo.

Por su parte, los modulares son más versátiles. De hecho, suelen ser equipos basados en un PC convencional con un SO estándar, aunque en cuanto a diseño dejan mucho que desear porque no están pensados para integrarse en una determinada decoración “moderna”. Resultan más voluminosos, menos fiables, y requieren mayor mantenimiento, aunque de compra son más económicos. Sus diversas partes requieren de un esfuerzo extra por comprobar su compatibilidad con la CPU y su correcta conexión, pero a cambio permiten su utilización por separado en otros escenarios.

El monitor puede ser uno normal de sobremesa o uno que incorpore un sistema táctil. Puede ser de batalla, que no tiene porqué ser muy grande ni de última generación, o requerir una pantalla de alta resolución que ofrezca vivos colores. Pueden ser LCD, VDF (retro iluminado), de gráficos (mediante puntos y no caracteres) o TFT. A veces la pantalla es un simple visor para la visualización de datos a dos filas de 20 caracteres.

Si no es suficientemente potente el interfaz gráfico táctil, la entrada de datos puede hacerse mediante teclado o mediante ratón (necesarios con una pantalla normal). Hay teclados específicos para TPV configurables (programables) con accesos directos y posibilidad de incorporar imágenes o símbolos asociadas a determinadas teclas.

Sobre el cajón portamonedas, según el grado de seguridad buscado, puede estar entre un simple cajón que se abre sin llave hasta estar más próximo a una caja fuerte blindada. Suele estar conectado con el teclado o con el programa para abrirse y cerrarse en los momentos de uso. Cada vez en más común en panaderías o cafeterías encontrarse con una especie de terminales que permiten el pago en metálico y dan el cambio previo a recibir el pedido, y que evita que el dinero pase por manos de los dependientes o camareros.

Otro imprescindible es la impresora. Pueden ser genéricas, para impresión de recibos, albaranes y facturas, o específicas para tiques o para etiquetas. Por tecnología, pueden ser matriciales (más lentas pero más económicas, aunque al utilizar cinta entintada, el engorro de la copia con calco es grande), térmicas (más rápidas y versátiles, utilizan rollo de papel que acepta impresión de gráficos y logos aunque se borran con el calor) y de tinta (más calidad pero más caras de mantener).

Existen múltiples tipos de impresoras de ticket/factura, facturadoras (slip-printer), con doble imprenta, o incluso impresoras que contemplan todas estas funciones a la vez. Para el sector de la hostelería existen impresoras específicas para el envío de comandas a la cocina con carcasas de acero inoxidable para cumplir las normas higiénico-sanitarias, y con avisador acústico. Hay impresoras portátiles que se acoplan a un cinturón para atender y cobrar a la clientela en la terraza. Hay impresoras smart que pueden trabajar de diferente forma en función de las necesidades de un negocio en especial.

El lector de código de barras es otro elemento habitual en el espacio del TPV. Usualmente compatibles para EAN, UPC, Codabar, Code 39 o GS1-128, permiten reconocer unívocamente un determinado ítem con su precio marcado (pudiendo además facilitar información adicional, como en las ventas al peso o por porciones). Al hacerlo de manera automática, ahorra tiempo y evita posibles errores al teclearlo manualmente.

El lector de banda magnética para transacciones bancarias en la venta o para identificar una persona, ya sea para acceso a determinadas zonas (gimnasios…) o para fidelización de clientes; aunque cada vez más en desuso, muchos TPV siguen incorporándolo. Por el contrario, el lector de tarjetas EMV (chip) es cada vez más popular, son la base de los pagos contactless mediante un lector NFC, un datáfono o un simple pinpad.

El datáfono moderno no tiene nada que ver con las antiguas “bacaladeras” de los años 70-80, aunque sigue prestando la función básica de realizar una transacción electrónica con tarjeta de crédito o débito. Hoy se distingien por su teclado numérico y lector de tarjetas, y está conectado a la red de comunicaciones de manera inalámbrica para que puedan llegar hasta la mesa del cliente, agilizando las operaciones de cobro con total seguridad. La nomenclatura TPV se ha hecho muy genérica y vaga, pues permite referirse tanto a una parte (el mismo datáfono) como al conjunto de CPU y pantalla, o incluso a la caja registradora. En algunos fabricantes, también se refiere al software de soporte.

Cada vez más el punto de venta necesita disponer de una cobertura inalámbrica proporcionada por un módem/router y diversos puntos de acceso o repetidores, que proporciona acceso a la red en todo el perímetro. Igualmente, se aprovecha la infraestructura para poner cámaras IP que permitan la videovigilancia o un circuito cerrado de TV.

Como se puede comprobar, con tantos elementos distintos, tener un sistema en condiciones requiere contar con el asesoramiento de algún especialista, que puede ser el mismo fabricante, el distribuidor, un integrador o una asociación del gremio. No dejes de acudir a un proveedor de confianza y preguntar qué configuración es la que mejor se adapta a tu negocio.

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